Éverest

Éverest no es una isla
Es una ensoñación rodeada de mar
En Éverest las angustias parecen tostadas de pan lactal
y en la brisa resuena la voz de un huracán

en sus orillas hay lugar para el plástico
y para las bandadas de aerosillas que migran 
desde lejanos balnearios en desuso


en la arena, entre las conchas rotas
hay pianos de cola enterrados 
y mujeres laboriosas que cada día los desentierran

El corazón de Éverest es una selva llena de ruinas hermosas
turistas y náufragos se internan en la espesura
conducidos por una fascinación babeante
después de un tiempo se aburren y se van

todas las tardes a la sombra 
gusto de besar a mis hijas impregnadas en sal
Pero ninguna sabe a mar

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