Las volutas de esporas salen de sus orejas,
arborecen su calavera,
dejan
rastros del duelo en el aire.
El doliente
duele inmóvil,
como un
hongo,
sin hacer
memoria
sin hacer nada
mas que
lanzar esporas
y
fecundar a las almas cercanas con
esas municiones de dolor suave
que son
millones y que decantan
hasta formar
un manto
pesado,
pesadísimo
imposible
de arrastrar.